jueves, 19 de abril de 2007

Nada más que un juego

Tengo 28 años. Llevo toda mi vida jugando a los videojuegos, incluso desde antes de que en 1983, tras aprobar las primeras notas de primero de EGB, mi padre me regalara un ordenador: un Toshiba MSX 64 kb. Podría decirse que los videojuegos han sido parte importante de mi vida, y lo siguen siendo hoy en día como fuente lúdica primordial que copa buena parte de mi tiempo ocioso en casa.

Me gustan los videojuegos. Cumplen en mí algunas de las funciones que considero imprescindibles en la vida de una persona: me quitan el estrés diario, me proporcionan un entretenimiento interactivo mucho más interesante que la televisión o un libro (con excepciones) y además me obligan a pensar, en algunos casos.

La vida está llena de situaciones que requieren pensar mucho, de personas que necesitan tu atención. El trabajo, tu pareja... en mi caso, el hecho de llevar 4 años casado no te deja exento de las preocupaciones normales de una vida en común. Preocupaciones que no son, por lo menos en mi caso, ni una mínima parte de las satisfacciones que esa misma convivencia me otorga. Pero en cualquier caso, para bien o para mal, es algo con lo que siempre se debe estar alerta, siempre en guardia.

Matar alienígenas o nazis con las armas más inverosímiles, participar junto a Vander en la liberación del estado mexicano ocupado por unos rebeldes, salvar por enésima vez el mundo (real o imaginario) utilizando exageradas magias e invocaciones, correr con coches imposibles a velocidades de vértigo, patrullar las calles y limpiarlas de camorristas, convertirse en el tenista número 1 del mundo o simplemente salir en rescate de esa princesa de cuento... es algo que sinceramente me sigue apasionando 25 años después de su descubrimiento.

Nada ha viajado conmigo durante tanto tiempo y creo que ha llegado el momento de tener un lugar en el que poder hablar libremente de ello, sin ataduras de ninguna clase. Mi faceta como redactor en MeriStation.com me ha permitido estos últimos 5 años escribir sobre este mismo tema, aunque siempre sobre aquello que me han dejado. Este es mi propio espacio y, por tanto, aquí cabe todo.

Mi único compromiso es la autenticidad. No pretendo ser correcto o exacto en mis apreciaciones, porque todo lo que aquí se escriba está sometido a un voluntario ejercicio de máxima subjetividad. No hablo en nombre de nadie más que en el mío propio. Espero que por el hecho de ser yo mismo nadie se sienta ofendido.

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